Sunday, February 26, 2006

Habitaciones de hotel o la increible insignificancia del ser.

Febrero 16 - 2006
En un hogar de paso
Quito

No creo que exista realmente quien se acostumbre a vivir en una habitación de hotel, los hoteles siempre me recuerdan lo temporal, lo inocuo, lo desechable; no importa si estás en un hotel 5 estrellas, en una habitación para "ejecutivos", hay algo a cerca de las habitaciones de hotel que siempre me intranquiliza, tal vez, el hecho que yo solo sea uno de miles de personas que habrán utilizado esta habitación, una historia entre cientos, y por más que trato de encontrar en los rastros algún vestigio de esas historias todo lo limpian día tras día, de manera que cuando otra persona llega a la habitación lo que encuentra es un cuarto frio, vacío, sin memoria. Los olores, las paredes, las sabanas, todo es higiénicamente tratado para borrar toda muestra de lo que ha pasado alli, un crimen, el secreto encuentro de dos amantes, la soledad de un hombre que ha decidido quitarse la vida; todo se limpia al amanecer, la evidencia, las huellas, el mensaje desesperado de aquel hombre que escribió con su propia sangre en las paredes.

Si las paredes pudieran hablar, ¿que dirían de mi?, siempre que llego a una de estas habitaciones me parecen tan silenciosas, hermeticamente selladas para hacer mi estadía más confortable, aislando cualquier contacto con el exterior, incluso los hoteles me insitan a comunicarme mediante mensajes genéricos en 3 idiomas que cuelgo del picaporte de mi puerta, "DO NOT FUCKING DISTURB... OK". En cada habitación sin embargo trato de hacerla hablar, reviso los cajones, debajo de las camas, detrás de la nevera del minibar, en busqueda de alguna evidencia dentro de esta caja hermética, desechable; y cuando agoto todo recurso tangible, trato de escuchar hablar a las paredes, en silencio, les pregunto sobre mis predecesores, y les pido que me cuenten historias antes de dormirme.


Hoy, sin embargo, la evidencia no ha desaparecido totalmente, en el aire se siente el olor opaco del tabaco, desde que entras a la habitación; cualquier otro hubiera pedido un cambio, yo no, quiero seguir esa evidencia hasta una historia, asi que salgo en la mitad de una ciudad que no conozco a conseguir un tabaco.

Regreso al cabo de un par de horas, y trato de seguir los pasos de quien estuvo en esa habitación antes que yo, al entrar no saludo a los botones como suelo hacerlo... no, estoy preocupado, algo no ha salido bien, me había prometido que cuando regresara a la ciudad no la iba a buscar, pero al parecer el destino se ha encargado de reunirnos de nuevo, 2 años después, luego de que pude salvar mi matrimonio del desastre, a penas para concervar un poco de mi dignidad, no debí haberme acercado cuando me sonrió al reconocerme, aun me sorprende que me recnonociera, yo no podría confundirla aunque ella lo quisiera asi; no debía haberla seguido cuando me invitó a su apartamento, no debí aceptar el vaso de vodka que puso en mi mano, de todo lo demás no me arrepiento, todo pasó como debía haber pasado. Ahora regreso al hotel, en el camino he comprado una botella de whiskey, y un par de habanos, y avanzo rápidamente por el lobby, hundido en mi resentimiento, en el arrepentimiento, en el odio de mi mismo. Hace 2 años que no fumo, y desde que comenzé a ir a A.A no me he tomado un vaso de nada, desde hace 2 años; y hasta hoy, cuando haciendo uso de mi memoria muscular enciendo con habilidad mi tabaco, y me sirvo un vaso a ras, puro, sin dolor.

Duro un par de horas más con el tabaco en mis manos, apareando el olor de la habitación con el de aquel cigarro, tratando de crear una copia al carbón de aquella historia, desearía que de vez en cuando las paredes me contaran historias felices, pero creo que al verme solo se acuerdan de las tristes, y mientras me hundo en la desesperación de aquel hombre, mientras saboreo la resignación y lo acompaño a undirse en el espiral que ha de llevarlo a su destrucción, puedo escuchar que tocan a la puerta, la policía; pobre mujer, supongo que se metió con el tipo equivocado, y no se dio cuenta que este ya había cruzado la línea. O tal vez el imbécil era un contador aburrido tan adicto al tabaco que no le importó que esta fuera una habitación para no fumadores, creo que en realidad si debería pedir un cambio.

Las paredes se callan de nuevo, ahora tengo un tabaco más para la colección, y el silencio me recuerda la imperdonable soledad de estos viajes, y comienzo a desear que las hadas de los hoteles me dejaran verlas trabajar, los pequeños duendes que tienden 1000 camas, ponen 1000 mentas, en 1000 habitaciones, además de alinear los vasos en el baño, doblar todas las toallas, y limpiar las manchas de sangre; pero todo eso lo hacen obviamente cuando uno no está viendo, asi que me quedo solo en mi habitación, pero tal vez no tan solo esta vez, porque recuerdo que aca tengo acceso a internet, tal vez alguien se haya acordado de mi y me haya escrito, quien quita. Y mientras espero, las paredes calcan esa imagen, para contarle mi historia a alguien más que quiera escucharla, una entre miles, te hace simplemente recordar la real insignificancia del ser.



Ricardo.

PS: aca están el resto de las fotos.

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home